
Robin Hood Gardens. Londres. 1969-1972. Alison y Peter Smithson *
Cuando hablamos de las dimensiones que definen la arquitectura lo primero que le vendrá a la cabeza a la mayoría de la gente son sus dimensiones espaciales. Esto es algo, digamos, básico. Cualquiera sabe, incluido el cliente que trae un plano de su casa ideal sobre una hoja cuadriculada de libreta, que con solo dos dimensiones es posible representar la arquitectura. Y a nadie se le escapa que introduciendo una tercera dimensión obtenemos una representación espacial, que tradicionalmente definimos con los ejes “x,y,z”. Hasta aquí nada nuevo.
Cuando entramos en la escuela y empezamos a cursar las asignaturas de proyectos nos enseñan que la arquitectura no tiene solo tres dimensiones asociadas. Existe una cuarta dimensión: el tiempo. Este aspecto es muy relevante en la arquitectura. Si hablamos de tiempo en sentido atmosférico, sabemos que un edificio se percibe de forma diferente según la hora y la época del año en que lo observamos. En cambio, si nos referimos al tiempo como magnitud física, estamos ante el juez más implacable de la arquitectura. El paso del tiempo modifica la arquitectura, así como los hábitos de las personas, y supone el baremo definitivo para discernir la calidad de una obra.